27/08/2021
Esto no es una bitácora
Esto no es una bitácora…
creo. Lo que sí sé es que en este momento no pienso en lo mismo que cuando hago
una bitácora; creo que mi mente está configurada de manera distinta.
Es raro que ahora las
palabras no me fluyan, cuando ayer, mientras estaba en clase, tenía un montón
de ideas en la cabeza. Tal vez esto se debe a que ya me había acostumbrado a
relatar lo que sucede en clase y estaba tomando el reto de ser intertextual.
¿La que pasó fue la
semana seis? Uff, qué locura. No me di cuenta en qué momento pasó tanto tiempo.
Creo que he estado cansada y mi cabeza ha estado concentrada entre las lecturas
de Investigación de Mercados, Ética, Filosofía y en el intento por entender Estadística.
Hablando de estadística, eso le quita diversión a los viernes y el único
recuerdo agradable que tengo en relación con eso es del colegio, en donde
siento que Sigrid y Caro, mis profesoras de ese entonces, explicaban mejor.
Como se trata de mi blog
–y de una no bitácora para una no clase–, voy a confesar que me sentí
un poco juzgada con los comentarios sobre los likes a nuestros registros de clase. Nace la suposición de haber
encontrado la fórmula correcta para ganarse un corazón virtual por parte del profesor,
se dice que es por tomar la valentía de dejarse leer, y que el contenido no es
lo más especial. Me sentí señalada, aunque sé que no era nada personal, porque
la semana anterior me gané un like… y
bueno, pensé que no era coincidente. Es gracioso que ese hecho haya sacudido mi
mente, pero tiene sentido, por lo menos para mí. Es que esa bitácora la escribí
luego de una extraña semana, después de un tiempo en el que no tenía ganas de
escribir y mis ánimos estaban por el piso; incluso me identifiqué con lo que
Mariángela Urbina escribió en su libro sobre querer morirse en la teoría y no
en la práctica. Luego de escribir, me releí y me gustó con lo que me encontré…
creo que ese sentimiento es de lo mejor.
El punto es que no creo
que el criterio de las interacciones en Twitter esté guiado únicamente por
lanzarse al vacío, aunque eso es tremenda valentía. No puedo decir quién merece
like o no, y creo que no me compete
decidir y si fueron bien dados. Ahora que lo pienso, esta situación también se
da afuera, en la vida real. Muchas cosas nos parecen injustas –más allá de la
ley– y a fin de cuentas, no somos nadie para juzgarlo. Supongo que debe bastar
con la seguridad de lo que uno está haciendo.
Aunque aquí entre nos, no
puedo negar que me da mucha curiosidad saber cómo me lee el profe. Muchas veces
la interacción en Twitter se basa únicamente en el retuiteo y no conocemos más
allá. Esto lo confieso sin interés por los likes
o Gifs –que me gustan mucho–, es más
porque debo reconocer que sí he abierto puertas a mi mente y eso parece otro
mundo, ¿qué habrá pensado él sobre mis referencias a Frozen o mi curiosidad por chisme de Laurita? Uff, ¡se me ocurre
algo mejor! ¿será que alguno de mis tweets le habrá salido en el inicio? Porque
por allá soy un tris intensa con lo que sea que venga a mi cabeza.
Bueno, bien hice al
denominar esto como una no bitácora. Ya ni sé de qué estoy hablando, pero lo he
disfrutado. Qué chimba escribir (JAJAJAJA PERDÓÓÓN). Volviendo a mis
pensamientos de la sí clase, al final
dije que me iba… no recuerdo la palabra, digamos que era «desesperanzada» ¿o
«desanimada»? ¡Lo que sea! La presión del mundo es agobiante. Después de ver el
afán por publicar y hacer check en
una lista de logros, solo puedo decir que abrirse camino no es tan fácil. No
porque no crea en mí o porque me parezca imposible, es que la rivalidad y todas
las redes que pueden existir son una locura. Por suerte mis logros no dependen
de la rosca y mi pensamiento no es el mismo del mundo.
No digo que ser exitoso sea malo o que el
nombre de mi universidad no sirva para nada. A lo que quiero llegar es que me
parece más chévere dejar de lado toda presión y pensamiento agobiante, todo lo
que nos mueve porque sí, por ego y a pisotear a los demás. Con esto me acordé
del colegio y su invitación a la excelencia y el magis, eso me parece increíble. Qué rico que busquemos más por
nosotros mismos, por la transparencia de nuestro corazón y lo puro de los
sueños, sobre todo para servir a los demás. Como San Ignacio lo planteó alguna
vez: «ser más para servir mejor». Creo que esa idea siempre me ha gustado –algo
tendrá que ver el hecho de que me la hayan enseñado con amor–, es que nuestro
propósito es el servicio y la creación de comunidad. Desde chiquitos nos
llamaron a ser excelentes, desde lo más puro y honesto, para dar lo mejor de
nosotros en el lugar que nos encontremos. Si voy a ser comunicadora, que mi voz
y mis palabras estén al servicio de los demás, que la palabra de vida nunca me
falte. Si por mis manos van a pasar libros, que estos lleven luz a cada lugar
al que vayan. Además, como también dicen por ahí, hay que poner el amor en las
obras, SIEMPRE.
Ya para cerrar, diré que
este ha sido un cambio gracioso. Empecé escribiendo porque sí, sin tener mucha
idea de lo que estaba diciendo, alcancé a mostrar parte de un discurso
pesimista, hice drama y recordé a mi colegio. Debo decir que me apasionó
escribir sobre lo que nos enseñaron con respecto al servicio. Sentí que por mi
mente se pasaban muchas ideas y mis manos escribieron más rápido en el teclado.
Quiéralo o no, esa idea quedó tatuada en mi corazón. No sé, pero qué rico
servir. Y no, no tiene que ser siempre desde una específica situación en donde
ayudo a determinada comunidad, el servicio puede acompañarnos siempre. Por
ejemplo, sirvo con amor si le doy ánimos a quien lo necesite. En fin, mi
mensaje hoy es que servir es buenísimo y allí se puede encontrar excelencia. Lo
que dice el mundo no es necesariamente la verdad. Y tal vez, solo tal vez, yo
termine escribiendo en el blog de Información y Documentación solo porque sí.
-Valentina Sandoval Pineda.
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