20/08/2021
Las preguntas son llaves
Quinta semana del
semestre. ¿Cómo estoy? Bien. ¿De verdad estoy «bien»? ¿Qué es estar «bien»? Me
parece que esas preguntas son cada vez más difíciles de responder.
Ese quinto viernes
aprendí que las palabras, aunque son maravillosas, en realidad son solo un mapa
para representar nuestro mundo interior. A mí me encantan las palabras, pero
caí en cuenta de que su poder está realmente en nuestra boca, así como el tío
Paco le dijo a Sebastián: «Las palabras, dependiendo del tono y la intención,
cobran significados distintos. Si se dicen con mala fe, intentado herir,
incluso las palabras aparentemente más sencillas pueden volverse horrorosas.
Pero en el fondo, no son más que palabras». También recordé algo que escribió
Adela Cortina sobre las palabras, dice que son creaciones humanas y que el
intento en fijar su significado resulta empobrecedor.
El metamodelo es una guía
práctica para obtener más información, y está sustentado por esta frase: «El
mapa no es el territorio», esto se refiere a lo que mencioné anteriormente, que
las palabras son tan solo una representación de nuestra experiencia y todo lo
que hay en nuestra cabeza, así que si lo analizamos bien, llegan a ser
demasiado limitadas.
Es normal que cuando nos
comuniquemos –ya sea de manera oral o escrita– cometamos diferentes agresiones
verbales. Podemos fallar por omisión, generalización y distorsión. Todo el fin
de semana estuve pensando en eso, como cuando mi abuelo dijo que todas las
personas encargadas de los eventos en Zoom
son descuidadas… eso es una generalización.
Dado a que es tan fácil limitar
la información que compartimos desde nuestras palabras, la solución se
encuentra en la exploración y en la búsqueda por ser específicos, todo esto
desde el pensamiento crítico. El metamodelo propone hacer preguntas para
acceder a lo que la otra persona realmente quiere decir, así fue como me
encontré pensando en que las preguntas bien hechas son llaves de diferentes
puertas… algunas veces nos encontraremos con paisajes inesperados (que nos
gusten mucho o no tanto).
Ahora voy a compartir mi experiencia
con el #CobosChallenge, consistía en
practicar el metamodelo y hacer preguntas, indagar en la mente de las personas
que nos rodean y evitar el famoso –y comodísimo– por qué.
El sábado estaba con mi
familia, todos íbamos en el carro de regreso a casa. No sé por qué salió el
tema, pero hablamos de las frutas que menos le gustan a mi primo de diez años.
Santiago hizo un top tres de las frutas que menos le gustan: la papaya, la
guanábana y la granadilla.
—Santi, ¿qué es lo que
menos te gusta de la granadilla? —le pregunté en mi primer intento por conocer
qué había en su mente en ese instante.
—¡Las pepas! —respondió
él sin ninguna duda.
«Por qué» fue lo primero
que pensé. «¡No! Esa pregunta no».
—Aaah, ya —dije al final.
El reto no es tan fácil
como parece, en especial por la omisión de la pregunta más frecuente. Sin
mentir, sentí que el por qué me estaba picando la lengua para que lo dejara
salir. Cuando llegamos a la casa me quedé al lado de Santi para hacerle más
preguntas. Él me mostró un videojuego de dragones, así que ahí vi mi segunda oportunidad.
—¿Qué es lo que más te
gusta del juego?
—Los gráficos, la idea
del juego y los personajes —me contestó mientas controlaba al dragón de hielo.
«Bueno, vamos con los
personajes» pensé.
—¿Qué es lo que más te
gusta de los personajes?
—La variedad de especies
que hay en el juego, los colores que tienen y sus habilidades.
Nos quedamos hablando un
rato más sobre los dragones y los obstáculos del juego. Entre mis preguntas me
di cuenta de que Santi disfruta ese juego porque también le encantan los
dragones, de hecho, hacen parte de sus animales favoritos.
Luego intenté aplicar la
misma técnica con Laurita, una de mis amigas más cercanas. Ella es como mi
bitácora de sueños, así que algunas mañanas –cuando lo recuerdo– le mando
audios larguísimos sobre lo que soñé. En esa ocasión soñé que ella y yo
estábamos en química con Yimi, nuestro profesor, que nos explicó cosas que no
pudimos entender.
—¡Amiga! Extraño mucho a
Yimi —dijo Laurita.
—¿Qué extrañas de Yimi?
—Todo de él —respondió
ella entre risas— mentiras, extraño verlo como Lupin.
—¿Qué es lo que más te
gusta de Yimi?
—¡Parceeee! Lo que más me
gustaba era cómo enseñaba y cómo era de profesor.
—¿Y cómo era de profesor?
—pregunté riendo.
—¡Basta! Más bien, ¿a ti
qué te gustaba de Yimi?
Después llegó mi turno de
responder y las dos llegamos a la conclusión de que lo que más nos gustaba de
Yimi era su disposición para explicar en todo momento –como la vez que nos
recordó al profesor Remus Lupin– y lo cómodas que nos hacía sentir. De hecho,
recordamos una visita que hicimos al colegio y Yimi nos salvó de un momento no
tan chévere. Esperé un rato para
seguir haciendo preguntas porque no quería ser muy intensa. Laurita me contó
que tenía que leer algo para Humanidades, una materia que está viendo los
sábados. Está un poco frustrada por ese horario y entre las preguntas que le
hice me dijo que era diferente cuando tenía clases de inglés en el Colombo, ya
que el ambiente era distinto, más libre. Las siguientes preguntas que hice me
abrieron la puerta de su corazón, pero eso se quedará entre nosotras. Lo que sí
puedo decir es que me parece increíble el poder de los buenos cuestionamientos.
Es común que lleguemos a acostumbrarnos a quedarnos con lo que los demás dicen
y que por nuestra mente no se nos pase ninguna duda. Yo me he sentido así, pero
ahora me doy cuenta de que hay algo mucho más allá de lo evidente de las
palabras.
Por otro lado, encontré
algo curioso haciendo este reto. Me parece que los niños, aunque están hasta
ahora aprendiendo del mundo, son más abiertos a responder preguntas y a dejar
conocer su mundo interior; tal vez por eso suelen ser curiosos ante lo que pasa
a su alrededor. No siempre es fácil las puertas de nuestra mente.
Relaciono todo esto con
la metacognición, que es el acto de pensar en nuestros pensamientos. Vuelvo a
la pregunta del inicio. «Cómo estás». Me doy cuenta de que por mi cabeza pasan
muchas ideas, pero de mi boca sale un simple «bien». Diría que una buena clave
es reconocer lo que pensamos y las palabras que salen de nosotros, eso hace
parte de nuestro carácter y criterio. Después de todo, el pensamiento crítico
no es solo para detectives, es algo que está presente todos los días.
-Valentina Sandoval Pineda
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