22/10/2021
Números y más números
No tengo ganas de
escribir, por lo menos no una bitácora. Siento que no tengo nada por comentar
sobre la clase, pero eso sería una gran mentira. Uno siempre tiene algo que
decir, incluso algo pequeño, algo que tal vez ni siquiera tenga una relación
grande con el tema central. Ideas siempre hay. Una idea que me persigue desde
hace días es la de la ficción, escribirla, digo.
La clase empezó algo
tarde. Fue extraño. Sin embargo, utilicé esos minutos para cantar a todo pulmón
algo de mis listas de reproducción. Ese viernes leímos dos bitácoras. Me sentí
identificada con la de Astrid por declararse obsesionada con la ortografía. No
sé si llamaría a lo mío como una «obsesión», sé que me hace ruido ver una
palabra mal escrita, la corrijo en mi mente y pienso que la embarraron al publicar eso tan mal
hecho. Algunas veces comento con mi mamá esos errores y ella solo me dice que
deje de criticar. Escuchar la bitácora de Astrid me hizo sentir acompañada.
Creo que es más que una crítica suelta, yo diría que es reconocer un error. No
es algo que comente como para que alguien se sienta mal. Jamás pensaría hacer
eso.
Confieso que algunas
veces me asusta ese sentimiento. Reconoces un error (sobre todo de tipo
ortográfico) y te señalan de engreído, criticón o aguafiestas. He llegado a pensar
que estoy mal, pero ahora no lo creo. La buena escritura es una preocupación
real. No estoy obsesionada y no me creo más que nadie. El principio de todo
esto es tener una buena comunicación. Frente al tema, de la Rosa Santillana
afirma (s.f.) “Para comunicarnos eficazmente, es necesario elaborar mensajes de
manera correcta y comprensible, por ello escribir bien evitará
malinterpretaciones en lo que queremos decir. Una palabra mal escrita puede
cambiar el sentido a lo que se quiere expresar”. Sí, no estoy sola. Además, no
se trata de mí o sobre lo que yo piense, es sobre una comunicación eficaz. Yo
también me equivoco y estoy dispuesta a aprender.
Creo que la disposición
es muy importante en cualquier aspecto de la vida. Un corazón dispuesto alegra
cualquier camino y hace que todo parezca más sencillo. Por ejemplo, este
semestre la estadística me persigue, así que entre mis quejas y un gran drama,
decidí disponerme con la mejor actitud para aprender. No es fácil, no voy a
mentir. Es una decisión de todos los días.
Les digo, quise tirar la
toalla cuando me di cuenta de que dentro de la explicación del uso de tablas y
figuras había contenido de estadística. «¿Es broma?» pensé. La verdad, echarme
para atrás no era una opción real, sobre todo porque ya había hablado con Cata
y justo planeamos una reunión para organizar la exposición. Sé que algunas
veces armo mi propio drama, después de eso y toda una crisis, decidí que lo
haría con disposición.
Por otro lado, quiero
comentar que estuve leyendo un capítulo sobre estadística para mi clase de
Investigación de Mercados. En gran parte del texto el autor se encargó de
explicar los conceptos básicos como población, muestra, variables, parámetros,
estadísticos, lo descriptivo y lo inferencial. No obstante, hubo algo que me
llamó bastante la atención, el constante llamado a utilizar la estadística y el
pensamiento de que conocer esta ciencia te hace mejor profesional. Dicen que “los
hombres y las mujeres de negocios, en su eterna búsqueda de la rentabilidad,
consideran que la estadística es esencial en el proceso de toma de decisiones”
(Webster, 2000). Parece que en el libro los hombre y mujeres de negocios son
todos aquellos que trabajan.
La estadística sirve para
tomar decisiones y resolver problemas. Eso lo entiendo. Tiene sentido para mí.
Webster (2000) también menciona que el mundo laboral paga más a quienes saben
hacer preguntas que llevan a un objetivo. Creo que para hacer esas preguntas la
estadística no es 100 % necesaria, pues recordé el ejercicio del metamodelo y
cómo sí hay preguntas que abren puertas. En cuanto a las decisiones por tomar,
sé que las estadísticas ayudan a entender un montón de factores del mundo real,
son útiles y no se pueden dejar de usar. Sin embargo, soy fiel creyente de que
hay decisiones que no se pueden tomar con los numeritos como guía.
Hay momentos en donde uno
tiene que hacer lo que el corazón diga, eso que dé paz y que se sienta seguro.
Mientras escribía eso, llegó a mí un relámpago
con una frase de uno de mis libros favoritos, dice así: “Porque el amor es eso,
una intuición, un relámpago en medio de la noche, una corazonada que puede
salir bien o mal, pero al que nunca puedes quedar a deber porque no te
atreviste a dar el paso necesario” (Taibo, 2016).
La estadística no está
para definir esas decisiones como el amor. No sabe de amar… o tal vez sí. Hace
unos días, en mi taller de poesía leí una prosa poética sobre el amor y las
matemáticas. Fue precioso. Me gustó saber que un ingeniero construyó una
metáfora tan linda con factoriales, sumas y restas. Les compartiría un verso
por aquí, pero aún no está publicado. Los poemas de este ciclo saldrán a la luz
la primera semana de noviembre. Les pondré aquí el vínculo para que lean un rato.
Todos los poemas son increíbles.
Supongo que llegamos al
punto en donde todo se conecta con todo. La matemática se une con la poesía, y
mi exposición del capítulo siete del estilo APA se conecta con Benito Taibo. Por
eso hay colores para todos los gustos y uno tiene que saber un poquito del
mundo. Sí, incluso lo básico de estadística y matemáticas. Así no nos
complicamos tanto en la vida. En conclusión, estar dispuesto es de las cosas
más importantes de la vida. Estar dispuesto a aprender, equivocarse y tomar
decisiones con el corazón.
Referencias
De la Rosa Santillana, N. (s.f.). La importancia de la Ortografía en la
Producción de Textos. Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo. https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/prepa4/n5/e2.html#refe1
Taibo,
B. (2016). Corazonadas. (Primera
edición). Editorial Planeta: sello Destino.
Webster,
A. (2000). Estadística aplicada a los
negocios y la economía. (Tercera edición). Irwin Mcgraw Hill.
-Valentina Sandoval Pineda
No hay comentarios:
Publicar un comentario